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¿Se puede hablar todavía del celo de Dios? Encontramos la expresión “Yo soy un Dios celoso” en la teofanía del Sinaí, más precisamente en el decálogo, en el que fundamenta el primer mandamiento (Ex 20 y Dt 5). ¿No encontramos en ello un gran antropomorfismo (se sobreentiende: superado), una manera de hablar de Dios a partir de una experiencia humana que se ha vuelto inadecuada?
Tras una breve reflexión sobre el lenguaje bíblico, el autor nos introduce en una minuciosa investigación a través de los escritos deuteronómicos y proféticos. Seguiremos la evolución de una fórmula, que oscila entre la cólera y el amor, en la que se expresa la pasión, la exigencia y el compromiso de Dios con respecto al pueblo con el cual hace alianza.